Aspecto da mesa que dirigiu os trabalhos da
sessão magna, realizada no Teatro Municipal de São Paulo, na noite de 9 de junho de 19165. Presidiu a solenidade o presidente da República, marechal
Humberto de Alencar Castelo Branco. Estiveram ainda presentes, entre outras personalidades, o Dr. Júlio de Mesquita Filho e demais membros da
Comissão Nacional para as Comemorações do Dia de Anchieta; jesuíta Padre Paulo Molinari, representante do Vaticano; S. Eminência D. Agnelo Rossi,
cardeal-arcebispo de S. Paulo; S. Exa. Jaime Alba y Delibes, embaixador da Espanha; prof. Flávio Suplicy de Lacerda, ministro da Educação;
brigadeiro Faria Lima, prefeito da capital; general Amaury Kruel, comandante do II Exército; outras altas patentes militares; prof. Pedro Calmon,
reitor da Universidade do Brasil.
Legenda e fotos reproduzidas do livro Anchietana
Últimas investigaciones históricas sobre la vida y obra del Padre José de Anchieta
Padre Francisco Mateos S J.
Palestra proferida a 14 de junho de 1965, no Pátio do Colégio, em São Paulo,
no Ciclo de Conferências promovido pela Comissão Nacional do Dia de Anchieta
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1 - Una gota de sangre judia
Por espacio de uns veinte años he estado pasando el mes de agosto en Loyola (Guipuzcoa)
con motivo de tomar aguas medicinales en un lugar cercano, y he solido emplear los largos ocios estivales en consultar archivos, el de la misma
Santa Casa de Loyola donde hay dos, el particular del linaje de los Loyola a que perteneció San Ignacio, y el de la provincia jesuítica de Castilla,
que hoy se llama Loyolense; el archivo de Oñate que guarda los papeles de las antiguas escribanias de Guipuzcoa, el de Tolosa que es el archivo
foral de la misma provincia, además de algún archivo particular y otros papeles y libros en la ciudad de San Sebastián.
Fruto de mis entretenimientos veraniegos han sido varios estudios sobre Loyolas
parientes de San Ignacio que anduvieron por la América española, entre ellos un hermano y dos sobrinos; y una serie de noticias sobre el linaje
Anchieta del pueblo próximo de Urrestilla, que me han sido muy útiles para las cosas que he ido escribiendo acerca del apóstol del Brasil.
Sobre la rama de la estirpe Anchieta establecida en las islas Canarias existe otro
archivo especial muy rico en la ciudad de La Laguna (Tenerife), formado por el aristócrata local D. Manuel de Ossuna y Benítez de Lugo,
perteneciente a la misma estirpe, que tuve ocasión de conocer el año 1960, donde hallé fondos muy extensos sobre las múltiples ramificaciones y
entronques dentro de Canarias, pero nada que se refiera al linaje paterno de Urrestilla, fuera del hecho repetido hasta la saciedad, de que el Juan
de Anchieta, padre del P. José de Anchieta, fue natural de dicha localidad de Urrestilla.
Comenzando pues, por doña Mencia Diaz de Clavijo y Llarena, madre del jesuíta, hay que
afirmar sin el menor género de duda que llevaba en las venas algo de sangre judía, en cuanto que pertenecia a la casta de cristianos nuevos,
nota socialmente infamante en la mentalidad hispana del siglo XVI, aunque bastante extendida en las clases nobles y adineradas, y que era ocultada
cuidadosamente como borrón de la estirpe. Era una época en que lo que más se estimaba era la pureza de la fe y con más facilidad se toleraba alguna
mengua moral en la libertad de costumbres.
Pues bien, el prof. Agustín Millares Carlo, sobre un proceso de la
Inquisición en Canarias de 1585, ha demostrado que doña Mencía de Clavijo y Llarena era tenida como de casta de confesos, por ser hija de Sebastián
de Llarena; y Alejandro Cioranescu sobre otro proceso de la Inquisición de 1528, dice que doña Mencia era hija de Sebastián de Llarena vecino de
Tenerife y Ana Martín de Castillejos, y a su vez Sebastián de Llarena era hijo de Alonso Gonzáles Bermejo vecino de Usagre y de Mencía Sánchez,
conversos entrambos, según resulta de una declaración hecha por el mismo Sebastián delante del Santo Oficio en 22 de diciembre de 1528
[1].
Los términos de cristianos nuevos, de conversos o confessos eran equivalentes, y en
los procesos de limpieza de sangre se exigían cuatro generaciones limpias de la odiosa nota denigrante. Cioranescu aduce el testimonio de un delator
por nombre Pedro Barahona, que afirmó que el padre de Alonso González Bermejo llamado Juan González Bermejo había sido quemado por judío en la
Inquisición, dicho que al parecer no merece fe por ser tardío, de un delator de oficio, no declarado por Sebastián de Llarena em 1528, e ignorado
además por el Santo Oficio que tenía otros muchos medios de averiguarlo, cosas difíciles de suponer.
Esta tacha de cristiano nuevo explica varios sucesos de la vida del Padre Anchieta:
a) Ante todo el hecho de que en las genealogías que abundan en el Archivo de Ossuna,
antes mencionado, de su padre Juan de Anchieta se diga sólo e invariablemente que era natural de Urrestilla, porque por ser "vizcaino" quedaba a
cubierto de toda sospecha, y en cambio se insistia en la nobleza de doña Mencía su madre, porque la nota infamante de su linaje era secreta y se
queria a toda costa mantenerla oculta. Esta circunstancia ha hecho errar a Cioranescu en cuanto a la ascendencia de Juan de Anchieta, de que me
ocuparé más abajo.
b) La misma ha hecho errar también a S. Leite, cuando trata de explicar la
ida a Coimbra para estudiar con los jesuítas de José de Anchieta en compañia de otro hermano. Según Leite el motivo fueron las desavenencias
violentas entre las dos familias Loyola y Anchieta, que por el año de 1518 ocasionaron la muerte de García López de Anchieta, joven sacerdote, primo
segundo de San Ignacio [2].
Nada de esto, porque el año de 1530 día de viernes santo, se hizo pacto solemne de paz
y concordia entre las dos familias Anchieta y Loyola, cuyo instrumento escrito se conserva en el Archivo de Loyola, y más adelante antes de 1559
acaeció un tercer enlace matrimonial entre los dos linajes en las personas de Magdalena, hija de Martín García de Anchieta, y Juan Pérez de Loyola.
En mi opinión, pues, el motivo de ser enviado a los estudios jesuíticos de Coimbra el P. Anchieta fue, que su padre, pariente de San Ignacio, quiso
confiar la educación de José a la orden fundada por Loyola, pero sabedor de las duras pruebas de limpieza de sangre que se exigian en Salamanca o
Alcalá para poder ingresar en colegios mayores y ocupar cargos públicos sobre todo del orden eclesiástico, prefirió Portugal donde la tolerancia era
mucho mayor para la casta de cristianos nuevos.
c) Este mismo significado tiene probablemente el hecho de que el P. Anchieta, ya mayor,
en una "Informação do Brasil e de suas capitanias" escrita el año 1584, se llamase a si mismo "Biscainho", dando preferencia al linaje paterno. El
motivo que alega Leite de que no se consideraba español ni portugués, ni siquiera canario, me parece fuera de lugar, lo mismo que la costumbre que
usó de no poner en sus cartas de oficio dirigidas a San Ignacio el apellido Anchieta, sino firmarse sólo con su nombre de "Joseph", hasta que el año
1567, muerto San Ignacio y ordenado ya Anchieta de sacerdote, aparece en un Catálogo el nombre completo de José de Anchieta.
Leite se basa en la falsa genealogia anchietana de que me ocuparé a continuación, y
aun el punto de los bandos de los clanes de Loyolas y Anchietas, ya olvidados, no es creible que Anchieta pretendiese quedasen secretos para San
Ignacio, sino que se firmaba por el nombre familiar con que era conocido y que hizo ilustre de "irmão Joseph". Por lo demás San Ignacio no participó
de los ascos que los españoles de su siglo hacían a la casta de los cristianos nuevos, y no puso trabas de ninguna clase a que los tales entrasen en
la Compañia.
Cristiano nuevo era el P. Diego Lainez, hijo predilecto del Santo y su sucesor en el
cargo de General de la Compañia; cristianos nuevos eran muchos de los discípulos del Beato Juan de Avila, llamado de Andalucía, gran amigo de San
Ignacio, que inducidos por el Maestro entraron en la Compañia; el mismo Avila también era cristiano nuevo, y por eso no le dejó el Consejo de Indias
pasar a las misiones de Mejico como lo deseaba uno de sus discípulos, el P. Alonso de Barbazana, cristiano nuevo, pero oculto aunque no del todo,
pasó al Perú el año 1567 y fue gran misionero por tierras de Tucumán y Paraguay; cristiano nuevo era el obispo de Tucumán fray Francisco de
Victoria, dominico portugués, pariente del P. Diego Laínez, que pidió jesuítas del Brasil al P. Anchieta cuando era provincial, y efectivamente
fueron un grupo de cinco que llegaron a Santiago del Estero el año 1587.
No conviene olvidar esta gota de sangre judia del P. Anchieta, porque en la
espiritualidad de los cristianos nuevos, aunque hubo excesos que degeneraron el la secta de los Alumbrados, se dejó ver por regla general en la
época una mística especial de austeridad y oración junto con el trabajo apostólico y elevaciones espirituales, que tal vez explican varias de las
situaciones de la vida del P. Anchieta.
2. Falsa genealogia
La nota de cristiano nuevo que era mal mirada en la sociedad española del
Quinientos, no lo es hoy en que la raza judia más bien se la considera como privilegiada y poderosa, de mucho influjo en las grandes naciones
rectoras del mundo. En cambio otra nota relacionada con el celibato eclesiástico, la de llevar en las venas sangre levítica, se la desestimaba en la
antigüedad no dandole mayor importancia, y desde luego no constituía obstáculo en las pruebas de hidalguía o limpieza de sangre; pero en la
actualidad se considera como infamente en paises católicos, y con ella han querido mancillar el nombre del P. Anchieta, suponiendo que, si no hijo,
hubiese sido nieto de cura. De esta materia me he ocupado con alguma extensión en dos estudios publicados en la revista Razón y Fe de Madrid
[3], los cuales quiero ahora resumir en síntesis.
a) Tesis de Alcántara Machado y Cioranescu
La controversia comenzó con motivo de un libro publicado el año 1930 por el
hispanista francés Adolphe Coster sobre la familia anchietana de Guipuzcoa, en que recogía diversas noticias sobre un Juan de Anchieta (c.
1462-1523), notable músico de fines del siglo XV y principios del XVI, que fue sacerdote, cantor de la capilla real en tiempo de los Reyes Católicos
y maestro de música del malogrado príncipe don Juan, que entre otros benefícios eclesiásticos obtuvo el de rector de la iglesia de San Sebastián de
Soreasu de Azpeitia [4].
Este Anchieta músico siguió habitualmente la corte como capellán real con sueldo de
20000 maravedises de entrada el año 1489, y se sabe estuvo presente en la reconquista de Granada (1492) y aún asistia en Flandes con Felipe el
Hermoso y la reina doña Juana La Loca, hasta que a partir de 1515 su residencia en Azpeitia comenzó a ser mas asídua, y finalmente por cédula de
Carlos I Barcelona 19 de agosto de 1519, se le reconocieron sus méritos y quedó autorizado a vivir retirado de la corte en atención a su vejez,
conservando el sueldo que era entonces de 45000 maravedises. El año 1522 a 19 de febrero hizo testamento ante el escribano de Azpeitia, Juan
Martínez de Lasao, un año antes de su muerte, y en él figuraba la seguintre clausula:
"Item, digo que mando a Juan de Anchieta, mi hijo, que hube en María
Martinez de Esquerrategui, vecina de esta vila, mujer suelta, cuatrocientos ducados de oro, por amor de Dios porque no le quedan otros bienes
algunos, y para con que se críe y se alimente, y tenga con cual estudiar, e para su casamiento". Cumplidos todos los legados y mandas, nombraba
heredera universal "a Ana de Anchieta, mi sobrina, hija de Pedro García de Anchieta, mi hermano, defunto", y en su falta al dicho "Juan de Anchieta,
mi hijo" [5].
Guarde el lector en la memoria este testamento, del que se deduce que el Juan de
Anchieta hijo del músico era natural no de Urrestilla sino de Azpeitia, de donde era vecina su madre y vivia también su padre como rector de la
Iglesia de San Sebastián que era y es aún parroquial, y donde por esos años edificó la suntuosa casa de Anchieta que todavia subsiste en la plazuela
de dicha iglesia; además, segun el uso español moderno de apellidos hubo de llamarse Juan de Anchieta y Martinez de Esquerrategui; en tercer lugar,
a tenor de la clausula testamentaria, en 1522 era um niño que necesitaba criar-se y aun no había comenzado a estudiar, se le supone nascido lo más
pronto después de 1515, fecha en que estuvo su padre en Azpeitia, y tal vez en 1519 conforme a la cédula de Carlos I citada, equivalente a su retiro
oficial de la corte.
Como el Juan de Anchieta músico fue un personaje desconocido hasta que por los años de
1890 lo descubrió el afamado compositor y musicólogo Francisco Asenjo Barbieri, al hallar en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid un viejo
Cancionero musical de los siglos XV y XVI que publicó precedido de una Introducción con noticia de varios músicos antiguos, uno de ellos Anchieta;
nadie había pensado en entroncar con él el linaje canario del P. José de Anchieta, tanto más que el hijo anticanónico Juan de Anchieta siguió
permaneciendo oculto hasta la publicación del libro de Coster y del testamento de 1522.
Pero a partir de esa fecha nació la suposición de hacer del Juan de Anchieta, hijo, el
progenitor del apóstol del Brasil, hipótesis sin mas base que la proximidad cronológica y la ignorancia de noticias auténticas sobre el Anchieta que
pasó a establecerse en Canarias; lo cual, unido al éxito que las novedades, sobre todo si llevan mezclado algo de picaresca, suelen tener, ha hecho
que el entronque de los dos Anchietas, el músico y el canario, haya llegado a crecer en poco tiempo como bola de nieve, basta pasar poco menos que
como cosa cierta, con harta mengua de la reputación del P. José de Anchieta. Veamos la sucesión de los hechos:
1930: Publicación en París del libro de A. Coster.
1933: Publicación en Rio de Janeiro del vol. III de Cartas Jesuíticas
dedicado al P. Anchieta en la Coleção Afrânio Peixoto[6]. Por primera
vez aparece apuntada la especie por el colector o editor de dicho volumen Antônio de Alcântara Machado, en una "Vida do Padre Joseph de Anchieta"
que va al fin. En ella lanza la hipótesis con interrogación, de si el hijo declarado en el testamento del Anchieta músico acabado de publicar por
Coster, no seria el Juan de Anchieta canario, y añade que dicha hipótesis viene sugerida por Afrânio Peixoto.
Compara el libro de Coster con una rarisima Vida del P. Anchieta, escrita por
otro Anchieta del linaje, Baltasar de Anchieta Cabrera Sanmartin, Jerez de la Frontera 1677, del que hay un ejemplar en São Paulo y otro en Tenerife
que he visto y copiado o extractado, donde se dice que el Anchieta canario dejó el solar paterno de Urrestilla "por el año de 1522", y que no
resulta verosímil cierta manda o legado que aprece en el testamento, una vez que el tal Anchieta debió nacer después de 1515; mas por otro lado es
significativo que Baltasar de Anchieta tan empeñado em poner de manifiesto la casta hidalga del P. Anchieta, especificando morosamente la
ascendencia materna, guarde silencio en cuanto a la paterna. De forma que con los datos incompletos que proporcionan Coster y Baltasar de Anchieta
"a questão permanece en suspenso".
A. Machado, ignorante de la mancha de cristianos nuevos que afeaba la estirpe Anchieta
canaria, cae en el escollo y pierde la pista para interpretar rectamente las genealogías. No sé si el biógrafo Baltasar de Anchieta ignoraría la
lacra, pero aunque tengo de este autor alta estima por las tradiciones familiares que puede conservar, y sobre todo por su coincidencia con las
noticias del Archivo Ossuna hay entre los dos la diferencia del cuentagotas al torrente de informaciones, por lo que basta referirse al archivo y
tener presente que en todos os cuadros genealógicos, lo que se trata de disimular es la gota de sangre judía de doña Mencia de Clavijo, y la
repetición de Urrestilla significa que el padre estaba libre como vizcaino de la lacra familiar.
1938. Cinco años más tarde, el P. S. Leite en el tomo II de la Historia, con
motivo de haberse llamado a si mismo el P. Anchieta "Biscainho", como antes queda referido, trata brevemente de la família Anchieta y parentesco con
la de Loyola en nota como de pasada habla del Anchieta músico y dice haber tenido un hijo por nombre Juan de Anchieta "que parece haber sido el
padre de José de Anchieta", con citas para el parentesco de A. Coster, y para el entronque genealógico de A. Machado en el vol. III de Cartas
Jesuíticas. Como se ve, Leite no añade dato nuevo, pero agranda ligeramente la suposición, porque donde A. Machado dice "permanece en suspenso"
Leite avanza "parece haber sido el padre".
Si no me es infiel la memoria, la tacha de cristiano nuevo no fue desconocida a Leite,
aunque la cita se me debe haber traspapelado, pero ignora la mentalidad castellana del siglo XVI y no ha sabido valorar su importancia genealogica
anchietana, por lo que en Monum. Brasilae, vol. II, insiste en el entronque con el Anchieta músico, y lo presenta como "secreto familiar" que
fue ocultado a San Ignacio, el cual murió el año 1556 sin saber que en el Brasil habia un joven jesuíta, nieto de aquel Juan de Anchieta cura de
Azpeitia, contra quien él, Iñigo de Loyola, habia preparado una emboscada en unión con su hermano mayor, Pedro López de Oñaz, sacerdote, el año
1515, por motivo del beneficio de la iglesia de San Sebastián de Soreasu, cuya provisión era patronato de los Loyola, y el beneficiario Anchieta,
contra dicho derecho, queria traspasarlo a su sobrino García López de Anchieta, el infortunado sacerdote muerto el año 1518 en choque fortuito de
bandos.
Triste suposición degradente para la memoria del P. Anchieta, que dejaría muy mal
parada su fidelidad y leal franqueza con S. Ignacio, pero que en mi opinión queda destruida por el hecho del envio a Coimbra, porque, si había temor
del antiguo Iñigo de Loyola, jamás hubiera sido enviado a estudios jesuíticos, ni hubiera entrado en la Compañia. Es absurdo imaginar al joven e
inocente Anchieta ocultando secretos al P. Simón Rodrigues en Coimbra y a los otros superiores de la Compañia, por temor de que no llegase a oidos
de San Ignacio...
1954. Dieciséis años más tarde el Sr. López Herrera en articulo publicado
en la Revista de Indias de Madrid [7] continua na lista. Salvador López
Herrera, natural de una isla próxima a Tenerife, hizo su tesis doctoral en Historia con el recordado maestro Antonio Ballesteros Beretta sobre el P.
Anchieta, y respecto de la ascendencia se limita en este artículo a copiar traducida la nota del P. Leite, con la frase de que el Juan de Anchieta
músico tuvo un hijo llamado también Juan de Anchieta, "que parece haber sido el padre de José de Anchieta".
Los tres testimonios que preceden pueden, pues, reducirse a uno solo el de Alcântara
Machado, en el vol. III de Cartas Jesuíticas, porque los otros dos se fundan en él y casi no hacen más que repertirle.
1960. Otros seis años más tarde aparece en la palestra Alejandro Cioranescu,
de la universidad de La Laguna, quien en eruditísimo estudio defiende sin ambages el entronque genealógico de los dos Anchietas, el músico y el
canario, con gran riqueza de datos nuevos e indicios sacados de historia local, y especialmente del archivo de Ossuna que muestra conocer bien, y
los fondos de las escribanías de Tenerife cuyos catálogos en forma de regesto viene publicando hace varios años la Revista de Historia Canaria
de la misma universidad [8].
El estudio de Cioranescu es muy útil para conocer al auténtico Juan de Anchieta que se
estableció en Canarias, aunque en cuanto a la ascendencia tampoco hace más que repetir las razones de Alcântara Machado, al menos en sustancia.
Parte Cioranescu del hecho de que en el linaje paterno del P. Anchieta, todas las informaciones genealógicas guardan profundo silencio y se detienen
invariablemente en el Juan de Anchieta canario, con solo declarar que era natural de Urrestilla, o simplesmente vizcaino y de limpia sangre; es,
como se ve, el mismo argumento de A. Machado. Aclara Cioranescu: "La falta total de referencias en todos os árbores genealógicos y en todas las
informaciones de hidalguia de los Anchieta a los abuelos paternos del P. José de Anchieta, es ya... un indicio de que estos antepassados, dificiles
de ignorar, eran de los que no conviene indicar en informaciones nobiliarias".
El pensamiento, pues, del docto profesor es que en las genealogias anchietanas queda
de manifesto que hay empeño en ocultar algo, y deduce que lo que se quiere tapar como nota infamante es el eslabón del supuesto abuelo sacerdote, el
Juan de Anchieta músico. No, amigo: conoce V. bien la História local de Tenerife, pero no ha penetrado en las interioridades de la História de
España y de la mentalidad castellana antigua. Los entronques contrarios al celibato eclesiástico, aparecen cuando los hay en los linajes y cuadros
genealógicos, y no hay empeño en ocultarlos; lo que en el linaje Anchieta de Tenerife se pretende tapar es la cualidad de cristianos nuevos
introducida por doña Mencía de Clavijo, por eso es ese el punto que se refuerza, y en cuanto al Juan de Anchieta canario se contenta con afirmar su
naturaleza de vizcaino o ser natural de Urrestilla, para quedar a cubierto por completo en lo tocante a limpieza de sangre.
En mi citado estudio aduzco un caso muy significativo del propio San
Ignacio de Loyola que aparece en el processo que contra el Santo se seguió mientras estudiaba en la universidad de Alcalá de Henares el año 1526. Su
forma de vida, mixta de estudiante, asceta y apóstol, puso en guardia a las autoridades eclesiásticas, y un buen dia fue encarcelado y procesado,
junto con dos o tres estudiantes que le seguían. En una de las respuestas del testigo fray Hernando Rubio, franciscano, se dice: "No sabe si
son conversos o cristianos viejos". Dias más tarde el vicario eclesiástico de Alcalá, Juan Rodríguez Figueroa en persona preguntó a San Ignacio si
hacia a sus seguidores guardar el sábado. El Santo vio al punto adonde iba dirigida la piedra y respondió: "Los sábados les exhorto a una especial
devoción a Nuestra Señora. Otras observancias de sábado las ignoro, ni en mi tierra suele haber judios" [9].
Los anillos eclesiásticos en las genealogias del siglo XVI es fácil encontrarlos en el
mismo linaje de Loyola, y sobre todo en el de San Francisco de Borja, bisnieto de un Papa y de un Rey de Aragón por linea bastarda; y en mismo lugar
aduje el caso del arzobispo de Méjico, después trasladado a Cartagena de España, Mateo Segade Bugueiro, el cual nació del legítimo matrimonio del
capitán Mateo Segade con Ana Bugueiro. Pero esta Ana Bugueiro era hija del sacerdote Juan Bugueiro, y este a su vez hijo del sacerdote Juan do Mato.
Sin enbargo ninguno de estos tropiezos en la escala genealógica impedieron el futuro arzobispo ingresar con beca en el Colegio Fonseca de Salamanca,
pasadas las pruebas de limpieza de sangre y seguir carrera de dignidades eclesiásticas.
Insisto en que los que se han metido por las interioridades históricas y mentalidad
española de la edad de oro, saben muy bien que a lo que hacían asco nuestros antepasados en materia de linajes era a la casta de conversos o
cristianos nuevos, y hacían mucho menos caso de la bastardía o las trabas del celibato eclesiástico; mentalidad y preferencias correspondientes a la
fe profunda unida a licencia de costumbres en diversas capas sociales de la época.
Pensaban con crudo realismo que el traspasar el celibato era un pecado ofensa de Dios
muy de lamentar aunque perdonable por la confesión; pero que nada tenía que ver en punto a honra humana, cual era la limpieza de sangre trasmitida a
la descendencia, que no era culpable de la flaqueza concupiscente de los antepasados. El Sr. Cioranescu por no partir de este principio y seguir
cerradamente la pista del entronque eclesiástico, se ve obligado a hacer interpretaciones históricas completamente peregrinas, equivalentes a
tergiversar o negar los textos documentales más categóricos.
b) Juan de Anchieta Celayarán y Ayala
Y pasemos a reunir los datos ciertos que la História nos atestigua acerca del primer
Anchieta, tronco de la rama canaria de dicho linaje. Ya conocemos que la documentación del Archivo Ossuna y su eco Baltasar de Anchieta, repiten
hasta la saciedad que su nombre fue Juan de Anchieta, que era natural de Urrestilla o vizcaino, y que llegó a Tenerife por el año de 1522. Los
cuadros genealógicos nos permiten señalar también en forma completa y modernizada el nombre, que se supone fuese Juan de Anchieta Celayarán y Ayala:
asi figura como rótulo del grueso legajo Anchieta en el archivo de Ossuna, y en unos apuntes que están d ntro de él, y según mis noticias proceden
del propio don Manuel de Ossuna, se cita una Información de nobleza hecha por el licenciado Francisco de Alzola en La Laguna a 23 de abril de 1540,
hallada en los protocolos de Juan López de Azoca, según la cual el "Capitán Juan de Anchieta" aparece como testigo y declara ser hijo de "López de
Anchieta y doña María de Ayala". El apellido Celayarán está con mayor frecuencia en varias listas genealógicas y en Baltasar de Anchieta, y además
una de las hijas del matrimonio se llamó Teresa de Celayarán, seguiendo la libertad de la época en cuanto a escoger apellidos, dentro siempre del
proprio linaje.
En las listas de escribanos de Tenerife figuran varios nombres vasocongados, como
Francisco López de Alzola, hijo de Juan López de Alzola, natural de Azpeitia, que en 1527 era fiscal de la Inquisición, y a partir de 1532 jurado y
regidor de la isla; Juan López de Azoca, natural de Azcoitia, escribano, y otros varios. Cioranescu supone que Juan de Anchieta, a sua llegada a
Tenerife, obtuvo colocación como escribiente de alguno de ellos. El tiempo del matrimonio de Anchieta-Díaz de Clavijo en La Laguna hacia 1531 consta
con certeza por Cédula de La Reina, Valladolid 24 de noviembre de 1536, que dice asi:
"La Reina. Consejo, justicias, regidores, caballeros, escuderos e
oficiales de la isla de Tenerife: Por parte de Juan de Anchieta, natural de la provincia de Guipuzcoa, nos ha sido hecha relación que, como quiera
que ha cinco años que se casó y ha vecindado en la isla, no se le ha dado vecinidad en ella; suplicándonos y pidiéndonos por merced os mandásemos
que se la diésedes, o como nuestra merced fuese. Y porque por ser deudo de criados y servidores mios, tengo voluntad de le favorecer hacer merced:
Yo os encargo y mando que, concurriendo en el dicho Juan de Anchieta las calidades que para ello se requieran, hayais por bien de le dar una
vecindad en esa dicha isla, e goce dél (sic) de la manera y con las condiciones que se suele dar a las otras personas que han ido a vecindar a ella.
Y en ello seré servida. Valladolid a 24 de noviembro de 1536 años. La Reina. Por mandato de Su Majestad, Joán Vásquez" [10).
Los cinco años de matrimonio dados por la real cédula lo sitúan por el año de 1531.
Cioranescu supone que Anchieta hizo el año 1536 un viaje a la corte y la obtuvo; tiene fuerza de recomendación al Cabildo insular para que se le
diese un repartimiento de tierras vacantes, como a qualquier poblador. Entre los motivos de la real cédula figura el de "ser deudo de criados y
servidores míos": la palabra "deudo" significa parentesco, más bien corriente sin excluir el remoto, y no se suele aplicar a la relación de padre a
hijo, lo que en mi opinión es un nuevo motivo contra el Juan de Anchieta músico, muerto además hacia trece años en 1523.
No es facil especificar quienes fuesen estos deudos, pero tal vez no deben excluirse
los Loyola, pues el hermano mayor de San Ignacio, don Martin de Onaz, señor de Loyola sirvió voluntariamente y como capitán de milicias guipuzcoanas
en la guerra de Navarra contra los franceses, y el mismo San Ignacio fue herido en Pamplona; además la familia Loyola estaba emparentada con el
Duque de Nájera, virrey de Navarra, y con el contador real Velásquez de Cuéllar, en cuya casa pasó largos años de juventud San Ignacio, éste si y su
mujer doña Maria de Guevara grandes servidores de los reyes y de mucho influjo en la corte, sobre todo doña Maria; Velásquez de Cuéllar era hijo de
dama portuguesa, doña Catalina França, que vino a Castilla como camarera mayor de doña Isabel, mujer de Juan II de Castilla, circunstancia esta muy
de tenerse en cuenta por la otra doña Isabel de Portugal, a la sazón gobernadora de España por su marido el emperador Carlos V ausente en Italia.
Apartir de 1536 Juan de Anchieta inició en Tenerife una carrera de cierto brillo
social e importancia. Según el bisnieto Baltasar de Anchieta, presentó al Cabildo de La Laguna la cédula real, y en sesión de 15 de febrero le
fueron concedidos "cinco cahices de tierra en Geneto, y un solar para labrar casa en la plaza del Adelantado junto ao corral del Concejo, de cien
pies de frente y doscientos de cumplido"; los cinco cahices dice ser equivalentes a 460 fanegas de tierra.
Dice Cioranescu: "Juan de Anchieta empezo su carrera en Tenerife como fiel
del almojarifazgo y cogedor de los maravedises de la sisa, según parece a partir de 1537. Al quedar vacante un oficio de escribania por muerte de
Diego Donis, fue elegido entre seis opositores y nombrado escribano en 3 de junio de 1538. Escribió hasta el año de 1548, fecha en que pasó a
sustituirle su yerno Francisco Márquez, en cuyo favor había otorgado escritura de renuncia en 18 de marzo de 1547, por presencia de Juan del
Castillo. Fue también capitán de milicias insulares, jurado de la isla de Tenerife por el Rey, con voz y voto de regidor a partir de 1545 y en
sustitución del licenciado Francisco de Alzola, hasta el año de 1458. Entró de procurador mayor de la isla en 4 de febrero de 1549, calidad en que
fue comisionado em 21 de junio del mismo año para ir a la corte, a solicitar ciertos negocios de la isla. Volvió a ser jurado por renuncia de
Francisco Pérez de Vitoria, siendo recibido por el Cabildo a 54 de octubre de 1551. Otorgó testamento en 8 de febrero de 1553, con un codicilo de 16
del mismo mes y año ante Francisco de Rojas, y falleció a los pocos dias en fecha que ignoramos, pero que seguramente es anterior al 6 de mayo"
[11].
Finalmente conviene citar un documento muy importante, que procede de la Información
de hidalguía y nobleza, antes mencionada, hecha a petición del licenciado Francisco de Alzola en la ciudad de La Laguna a 23 de abril de 1540,
documento leido en los protocolos de Juan López de Azoca "escribano mayor del consejo", proveniente de los fondos de su antecesor Luis Méndez ya que
Azoca fue escribano de 1554 a 1564. En dicha Información aparece como testigo "el capitán Juan de Anchieta", y "preguntado por las preguntas
generales, dijo que es de edad de quarenta años", y añadió que era entonces "escribano de Su Majestad y vecino de la isla de Tenerife".
Segun esta información puede darse como cierto que el Juan de Anchieta de Canarias,
nacio en Urrestilla por los años de 1499 o 1500. El tal Juan López de Azoca era también escribano guipuzcoano, natural de Azcoitia, lo que consta en
otra Información seguida en La Laguna a 17 de octubro de 1617 sobre hidalguia de Diego Benítez de Anchieta, en la que Simón de Azoca depone como
testigo, haber oido decir muchas veces a su padre Juan López de Azoca, natural de la villa de Azcoitia, a media legua de Azpeitia, que el dicho Juan
de Anchieta era... hidalgo notorio.
Resumamos ahora en síntesis las razones que persuaden ser falsa la genealogia
atribuída al P. Anchieta por Alcântara Machado, S. Leite y A. Cioranescu, porque el Juan de Anchieta reconocido como hijo en el testamento del
Anchieta músico, es personaje distinto del Juan de Anchieta canario, padre del apóstol del Brasil.
1. El hijo del Anchieta músico nacio en Azpeitia, el Anchieta canario en Urrestilla.
2. El hijo del músico se llamó según el uso moderno Juan de Anchieta y Martínez de
Esquerrategui, el canario Juan de Anchieta Celayarán y Ayala.
3. El hijo del músico tuvo por padres a Juan de Anchieta y Maria Martínez de
Esquerrategui, el de Canarias a Lope de Anchieta y doña María de Ayala.
4. El hijo del músico, según el testamento paterno, era un niño que necesitaba criarse
el año 1522 y aún no habia hecho estudios; el de Canarias, segun declaración propria inserta en la Información de La Laguna de 1940
(N.E.: provavel erro datilográfico, o correto seria 1540, precisamente 23 de abril), el año 1522
no era un niño pues tenia para entonces 22 o 23 años, y ese mismo año de 1522 apareció en Canarias, al parecer con estudios ya hechos, que le
habilitaron para el cargo de escribano y otros que ejerció después. Este último argumento produce por sí solo, en mi opinión, certeza histórica, que
aleja del P. José de Anchieta toda neta de origen contrario al celibato eclesiástico.
3. Ascendencia probable del P. Anchieta
Por octubre de 1964 entregué a la revista Missionalia Hispanica de Madrid un
largo estudio titulado "La ascendencia del P. Anchieta y la guerra de las comunidades de Castilla", que por exceso de originales no ha visto aún la
luz pública, pero que no tardará en ser publicado. En él propuse como lazo de unión entre la rama canaria de los Anchieta y el tronco común de la
estirpe en Urrestilla, un Juan de Anchieta que tomó parte de cierta importancia en dicha guerra de las comunidades; las circunstancias cronológicas
y otras varias analogias de la época hacían creible y aun verosímel la hipotesis, que sumariamente voy a proponer aqui.
En estudio anterior, descartado el Juan de Anchieta músico y capellán real, habia
adelantado varios nombres de Anchietas, aunque sin pronunciarme por ninguno, porque tenia referencias de Anchietas que anduvieron mezclados en la
guerra de las comunidades, y esperaba ocasión de poder ir al Archivo de Simancas para estudiar a fondo la documentación y possibilidades que
ofreciesen en relación con la ascendencia del P. José de Anchieta. La ocasión la logré a mi gusto en el verano de 1963, y ofrezco ahora a los
estudiosos y admiradores del apóstol del Brasil el fruto de mi investigación.
a) Ramificaciones en Guipuzcoa de las Comunidades de Castilla.
El movimiento que derivó en la Guerra de las Comunidades tuvo honda raigambre popular
en Castilla, motivada por el mal gobierno y rapacidad de los ministros flamencos de que se rodeó el joven rey Carlos I en los princíios de su
reinado, y comenzó con extraordinaria violencia cuando, después de las Cortes de Galicia, el Rey se embarcó, 20 de mayo de 1520, para ir a coronarse
de emperador en Alemania.
Al principio la suerte favoreció a los comuneros, quienes apoderándose de Tordesillas
donde vivia recluida la desgraciada reina doña Juana la Loca (septiembre de 1520) se constituyeron en Junta Suprema del reino y obtuvieron ventajas
militares hasta la conquista de Torrelobatón, 21 de febrero de 1521. Pero don Carlos logró atraerse a la nobleza, para lo cual el 5 de septiembre de
1520, asoció al gobernador que habia dejado en España, su preceptor el Cardenal Adriano de Utrecht, obispo de Tortosa y futuro Papa Adriano VI,
otros dos gobernadores castellanos, el Condestable don Iñigo de Velasco y el Almirante don Fradique Enríquez, con título de virreyes governadores; y
como a la causa popular le faltaron buenos jefes, se llegó a la jornada de Villalar (23 de abril de 1521) desastrosa para las Comunidades. Todos
estos sucesos son bien conocidos y se ocupan de ellos las Histórias generales.
Pero lo que aqui nos interesa son las ramificaciones de las Comunidades en Guipuzcoa,
que aunque menos violentas y envenenadas, no dejaron de tener su importancia, azuzadas desde Tordesillas y ligadas al gran comunero que fue don Pero
de Ayala, conde de Salvatierra de Alava; pero tuvieron la particularidad de conservar, al menos en apariencia, ciertas formas de bandos o facciones
tradicionales relacionadas con sus fueros y privilegios. El principal agente de los comuneros fue Nicolás de Insausti, que inundó Guipuzcoa con
cartas de Tordesillas, que invitaban a unirse con la causa popular, no aceptar órdenes ni autoridades enviadas por el Rey, no consentir saliesen
armas ni gente de Navarra que combatiesen a los revoltosos, ni celebrasen Juntas forales de hermandad sino de acuerdo con el Conde de Salvatierra.
Para el mes de octubre de 1520 a mayor parte de Guipuzcoa estaba ya sublevada, y
se negaron a recibir a Gutierre de Quijada, señor de Villagarcia, enviado por corregidor de la terma de los governadores Adriano, el Condestable y
el Almirante. Se formaron dos bandos, uno de los leales al Rey, formado por las villas de San Sebastián, Vergara, con varias que se les agregaron, y
otra de rebeldes en Tolosa, segura, Azpeitia, Azcoitia, Hernani y muchas otras villas. Más fuerte era el bando rebelde, tanto por el número de
poblaciones que lo formaban, como porque los pueblos leales estaban aislados unos de otros.
Tampoco faltaron, como muchas veces ha sucedido en agitaciones populares de España,
frailes que incitassen a la rebelión; así un fray Pedro de Elorriaga del convento de San Francisco de Sasiola cerca de Deva, y el maestro fray Juan
de Vitoria, del que la Junta de Tordesillas decia a su nuevo emisario Antiono Gómez, que se informase ante todo si estaba por Alava y Guipuzcoa fray
Juan de Vitoria, y que de él sabría las personas de quien se podian fiar.
Se celebraron varias Juntas de Hermandad, a que asistieron de ambos bandos y fueron
muy agitadas, en Basarte, Azcoitia, Legorreta y finalmente Hernani, sede principal y definitiva de los rebeldes, mientras que los adictos al Rey se
concentraron en San Sebastián. La Junta de Basarte se reunió en la segunda quincena de octubre de 1520, y en ella pidieron al cardenal Adriano les
enviasen un corregidor, "porque cesasen las diferencias que entre si tenían" sobre el recebimiento de Quijada. El Cardenal proveyó para el cargo al
licenciado Cristóbal Vázquez de Acuña, del Consejo Real de Valladolid, el cual efectivamente entró en Guipuzcoa por Mondragón, donde no le quisieron
recibir y alzaron bandera de rebelión, y de ahi pasó a Vergara, que por el contrario le obedeció y recibió con el honor que le correspondia.
Siguiose en el mes de noviembre otra Junta en Azcoitia que fue muy movida: al
licenciado Acuña los rebeldes no le quisieron recibir, haciéndose mayoria por el número de hogares o votos, antes le intimaron que en el término de
tres dias saliese de los limites de la provincia, con apercibimiento de que si no salia le encharían por la fuerza; en cambio a Nicolás de Insausti
le admitieron con honor, leyeron las cartas que traía de Tordesillas, y le dieron para sus trabajos 30000 maravedises. Se presentó a la Junta Lope
Hurtado de Mendoza con cartas del Rey en que notificaba su coronación en Aquisgrán, y ordenaba recibiesen a los tres gobernadores y al corregidor
Acuña; el mismo dia llegó un mensajero con los mismos avisos y notificaciones. De las cartas reales se burlaron, y al mensajero por albricias le
mandaron dar cien azotes. Acuña ante estos desmanes se vio precisado a retraerse con los del bando leal y hacerse fuerte dentro de los muros de San
Sebastián.
Varios Anchietas estaban mezclados en estos sucesos, cuyos nombres veremos a
continuación en la sentencia que sobre las alteraciones de Guipuzcoa dio el lic. Acuña a 24 de diciembre de 1520. De actor acusante hizo Juan
Hernández de Illescas "promotor público y procurador" de la Junta de villas representadas en San Sebastián, y como acusados "en ausencia y rebeldia"
figuran el bachiller Olano, vecino de Deva; el bachiller Juan López de Elduayen, vecino de Hernani; el bachiller Martin Sánchez de Anchieta, vecino
de Tolosa; el licenciado Aguinaga, vecino de Zumaya, y a continuación otra serie numerosa de reos agrupados por los recpectivos lugares de vecinidad,
donde se nombram Azpeitia, Deva, Motrico, Villareal, Areria, Régil, Tolosa, Segura, Mondragón, Villafranca, Guetaria, Cestonia, Zumaya, Eibar,
Aristondo, Hernani, y Oyarzun.
Se hace después la reseña de los delitos cometidos, que son: a) "Haber hecho
ligas y monipodios" contra el Rey, entendiéndose y carteándose con las Comunidades de Castilla y con la Junta de Tordesillas por mano de Nicolás de
Insausti y de fray Pedro de Elorriaga, alborotando y levantando muchas villas en juntas y conventículos ilícitos que hacían en Legorreta Azcoitia y
Azpeitia y en el monasterio de San Franscisco de Sasiola cerca de Deva, apartando a los vecinos de la obedicencia y servicio de Su Majestad. b)
Haberse ofrecido por sus catas y mensajeros a las Comunidades de ayudarlas y favorecerlas, como lo han hecho, y prometiéndoles de hacer guerra y mal
y daño a otras villas y lugares que están al servicio del Rey; c) Haber obedecido las cartas y provisiones de la Junta de Tordesillas,
poniéndolas sobre sus cabezas, y por el contrario echando por el suelo las del Rey y de sus virreyes y gobernadores y los del Consejo, diciendo que
éstas no debian ser obedecidas. d) Haber detenido "la munición y artilleria y la pólvora y pelotas y picas que por mandamiento de los dichos
Vireyes llevaba Muñatones y San Juan el alguacil, para defender las ciudades de Castilla, diciendo que no habian de consentir que con ello se
hiciese mal ni daño a los de las Comunidades, pues eran suas hermanos y estaban con ellos confederados".
Pasa luego la sentencia a la parte resolutiva, sin detenerse en más probanzas, como de
cosa pública y notoria, en materia de rebelión y sedición. "Pronuncio y declaro, dice, el dicho Juan Fernández de Illescas, actor acusante, haber
probado bien y cumplidamente su intención... por caso y como caso público y notorio, y que los dichos bachiller Olano y Juan López de Anchieta y el
licenciado Aguinaga y los otros sus consortes... han sido y son contumaces y rebeldes, por no haber parecido ni querido parecer ante mí (Acuña) a
salvarse de los dichos delitos tan feos y abominables".
Sigue la sentencia y declara a los reos por tales contumaces y rebeldes, y por
desleales y traidores a Su Majestad, y por hechores y perpetradores de los mencionados delitos, los cuales resume y amplía diciendo: "Haber hecho
juntas ilícitas y reprobadas de derecho sin mi licencia y mandado, sin embargo de las penas de muerte y perdimiento de bienes que por mí les fueron
puestas. b) Y por no haber obedecido ni cumplido las cartas y provisiones de Sus Majestades, y de sus virreyes y gobernadores y de los de su
Consejo. c) Y por haber tomado las cartas que los correos llevaban para Sus Majestades, y por las haber abierto y leido y avisado de lo que
en ellas venía a los deservidores de Sus Majestades. d) Y por haber usado de jurisdición civil y criminal siendo personas privadas, dando
mandamientos contra mí para que luego saliese de la provincia, pronunciando sentencias de quemas y talas y de muertes y perdimiento de bienes contra
los que están en servicio de Sus Majestades. e) Y por haber levantado toda la provincia dos o tres veces, apellidando y muntando más de dos
mil hombres, para me cercar y echar de ella, y para hacer los desvaríos y desconciertos que han hecho. f) Por haber echado sisas y hecho
repartimientos sin licencia de Sus Majestades, en grandisima suma de dineros sobre los pobres huérfanos, viudas y miserables personas". Nótese la
ampliación y desarrollo que el lic. Acuña hace de los delitos. La palavra "provincia" varias veces usada en estos textos significa simplesmente
Guipuzcoa, que era así llamada en la época.
Viniendo a las penas, la sentencia distingue tres categorias: la primera comprende a
los expresamente nombrados al principio de la acusación, entre los cuales figura "Juan López de Anchieta"; a todos los cuales impone pena de muerte,
después de ser arrastrados en sendos serones tirados por mulos hasta fuera de la villa o ciudad, y alli los hagan cuatro cuartos, poniendo cada
cuarto del reo en su palo, y además a perdimiento de todos sus bienes y que sus casas sean derribadas. La segunda categoria compreende a Sandoval de
Ibarra, Martín de Elejalde y a los de la Junta de Azcoitia y otros que acudieron en son de guerra a la villa de Hernani; a los cuales condena
también a muerte, pero sin la afrenta del serón y los cuatro cuartos, mandando sean simplesmente degollados. La tercera se refiere a las villas de
Tolosa, Segura, Villafranca y consortes, a las cuales ordena "que agora ni de aqui adelante no sean osados de elegir ni poner alcaldes, ni regidores,
ni otros oficiales, sin permiso y mandado de Su Majestad, so pena de muerte y perdimiento de bienes".
Nos encontramos, pues, aquí con dos Anchieta, un bachiller Martín Sánchez de Anchieta
vecino de Tolosa y otro Juan López de Anchieta sin título de bachiller, licenciado ni otra denominación honorífica, el cual debia ser rebelde de
cuenta, puesto que es incluido en la primera categoria de los condenados a muerte. Del texto de la sentencia se deduce que la pasión de los bandos
iba haciéndose cada vez más dura y empedernida, y también comienza ya a apuntarse la villa de Hernani, que llegó a adquirir extraordinaria
importancia como sede de la Junta directora del bando disidente en Guipuzcoa, llamada de Junta de Hernani.
Efectivamente, después de la sentencia del lic. Acuña, que lejos se apaciguar las
alteraciones servió para empeorarlas, las villas rebeldes, terminada la Junta de Azcoitia, se convocaron primero en Vidania y de allí se fueron a
Hernani una legua de San Sebastián, reuniéndose aqui con la pretensión de ser Junta de Hermandad oficial de la provincia, aunque, si bien
constituían la parte mayor en número contando por los "fuegos" o votos, no tenían la representación de todas las villas, y los leales agrupados en
San Sebastián en torno al corregidor Acuña, no daban muestras de flaqueza, a pesar de formar grupo menor y menos compacto, por estar sus lugares
aislados y sin comunicación en medio del bando contrario.
La Junta de Hernani, pues, envió mandamientos contra Acuña que saliese de la provincia,
y contra la villa de San Sebastián que lo sacase de ella, so pena de muerte y quema o tala de sus casas y heredades, diciendo que procedía como "Hermandad
e mayor parte della". Hicieron además muchos procesos contra personas particulares, y mandaron cartas a todos los pueblos que seguían la voz del
Rey, que si dentro del tercer dia no viniesen a su obediencia y a se juntar con ellos y entrar en la confederación, que los destruirian quemando o
talando sus posesiones.
Pero estas amenazas no comovieron a los del bando leal, y entonces los de la Junta de
Hernani comenzaron a ejecutar sus sentencias y quemaron muchas casas y caserías, talaron y destruyeron muchos manzanales, viñas, robledales, y otras
heredades, herrerías y molinos en el campo de las villas de San Sebastián, Rentería, Fuenterrabía, y de otros particulares que tenían casas y
haciendas en las villas de Tolosa y otras partes, no perdonando a bienes dotales ni adquiridos de consumo con sus mujeres, ni de huérfanos ni
menores.
Los de San Sebastián por su parte no eran mancos, y habiendo los de Hernani enviado
ciertos alcaldes y escribanos que hiciesen intimaciones y autos de justicia, los afrentaron malamente, quitándoles las varas de justicia y
haciéndoles otras muchas y graves inurias; además, los del lic. Acuña y San Sebastián "con ánimo doloso y soberbio y diabólico pensamiento, de noche,
insidiosamente y con mucha alevosía, vinieron a combatir la dicha villa de Hernani con gran ejército y número de gente, a prender y llevar los
procuradores de la dicha Junta y los alcaldes de la Hermandad y oficiales de ella, y saquear la dicha villa y quemarla".
Según informaba el Duque de Nájera al Emperador, en cartas de 17 y 21 de enero de
1521, los de San Sebastián prendieron alguns mensajeros de Hernani y los de Hernani otros de San Sebastián, y estos fueron a combatir la villa de
Hernani y aunque no la tomaron, hubo heridos y muertos de una y otra parte. Entonces los de Hernani se rehicieron de hasta cuatro mil hombres y
vinieron a los términos de San Sebastián y de "la Rentería" y de Irún Iranzo, que todos eran de una opinión, y hicieron grandes talas en heredades,
y quemas y derribamiento de caserías; y continuando su propósito se rehacian de más gente hasta tanto que juntaron más de los cuatro mil hombres que
primero tenían, "seis mil hombres y más" por todos. Y sobre el trato con los de Tordesillas y aprovisionamiento de armas, un mandamiento del
Condestable de Castilla, con título de real cédula, Burgos 21 de febrero de 1521, trataba de reprimir el envío clandestino que muchas personas de
Vizcaya y Guipuzcoa hacian de coseletes, arneses, escopetas, ballestas, lanzas, pelotas de hierro, pólvora, y otras armas, para venderlas a las
ciudades, villas y lugares de Castilla, rebeldes al real servicio; mandando embargarlas, y comisionó para impedir el tráfico a Martín Marquecho
vecino de Medina de Pomar.
b) Intervención del Duque de Nájera y del gentilhombre Iñigo de Loyola
Don Antonio Manrique de Lara, duque de Nájera, conde de Trebiño, era virrey de Navarra
nombrado por el cardenal Cisneros, y debía tener jurisdicción sobre Guipuzcoa, puesto que se llamaba en documentos públicos "visorrey, lugarteniente
y capitán general deste reino de Navarra y sus fronteras y comarcas por las cesáreas y católicas majestades del emperador y rey don Carlos y de la
reina doña Juana su madre, nuestros reyes y señores", cosa que confirma su modo de actuar en esta ocasión. Por que, a vista de los sucesos de
Guipuzcoa y de lo encarnizado de los bandos de Hernani y San Sebastián, que unos a otros se condenaban a muerte y cada dia crecian los robos,
fuerzas, asolamientos y choques armados, con dos ejércitos puestos en armas a una legua de distancia, uno de ellos de seis mil hombres; decidió
intervenir, primero enviando "gente de su casa" y después presentándose él mismo en persona.
En las cartas antes citadas al Emperador, San Sebastián 17 de enero y Hernani 21 de
enero de 1521, le decia: "En sabiendo estas novedades, porque dellas podia redundar deservicio a V. Majestad y total destrucción desta provincia (Guipuzcoa),
siendo tan importante a vuestro real estado, y dello se podia seguir daño irreparable para la defensión del reino de Navarra, por estar en sus
confines, y mucho ánimo a los que en Castilla tienen opinión de Comunidades; me puse en atajar sus diferencias, enviando a ello personas de mi
casa".
Una de las personas de su casa que envió fue el caballero Iñigo de Loyola, entonces
gentilhombre a su servicio; y son de extraordinario interés las altas razones de gobernación que aqui alega, y se reducen a que la paz de Guipuzcoa
era necesaria a la defensa de Navarra, que hacia pocos años había sido conquistada por Fernando el Católico, y ahora se veía amenazada por Francia,
que en la frontera preparaba la invasión, realizada poco después aprovechando traidoramente la flaqueza de Castilla por causa de las Comunidades,
con el fin de echar a los castellanos y entronizar a los antiguos reyes de la dinastia de Albret; la otra razón era el ánimo que cobrarían los
rebeldes de las Comunidades si veían derrotados los seguidores del Rey en Guipuzcoa, y los franceses dentro de la península.
Después de los primeros enviados, el Duque de Nájera, en vista de que las alteraciones
iban de mal en peor, volvió a mandarles otros: "personas, dice, con medios de concordia, y rogándoles quisiesen cesar las vías de hecho y poner sus
diferencias en mis manos, para que yo las declarase y la provincia quedase en paz y sosiego".
Proponia, pues, a los dos bandos un arbitraje que él en persona haria; los de Hernani
aceptaron y, cesando en las vias de hecho y comenzando a licenciar la tropa que tenían reunida, escribieron al Duque que ante todo exigian que el
corregidor Acuña saliese de Guipuzcoa por haber sido proveído contra sus fueros; los de San Sebastián por su parte enviaron mensajeros al Duque,
rogándole que abreviase su venida porque estaban en mucha necesidad.
Vino, pues, el Duque de Nájera a Guipuzcoa, y oidas ambas partes, se decidió a
sacrificar al corregidor Acuña, como transacción. Si no, escribía al Emperador, hubiera tenido que reunir un ejército por lo menos de seis mil
hombres como tenían los de Hernani, y la guerra hubiera tenido que hacerse a "guerra guerreada a fuego y sangre", y de ella no se podia seguir otro
provecho sino destruir y yermar esta provincia, y era ocupar tanta gente en esta empresa, siendo menester para otras importantes así en Navarra como
en Castilla. Por tanto escribió el Duque dal Condestable, al Presidente y a los del Consejo, haciéndoles saber el estado en que estaban todas las
cosas y lo que había pasado; y ellos le escribieron pareciéndoles que, de cualquier manera que la provincia quedase en paz, era buena negociación,
según las cosas de allá (Castilla), aunque el licenciado saliese, y proveyeron enviándole a llamar.
Con esta medida de prudente transacción, el principio de pacificación y concordia
alboreó en Guipuzcoa. "Los de la una Junta y la otra, dice el Duque, han comprometido sus diferencias en mis manos, para que yo las aclare y
determine". Y añade en la carta de 21 de enero de 1521: "El licenciado Acuña salió de la provincia, y después de ido él, yo aceté los compromisos
que las dos Juntas me habían otorgado, y en nombre de V. Majestad y por virtud dellos hice paz y amistad entre las dos partes para servicio de V.
Majestad y conformidad de la provincia; y luego se deshicieron las Juntas y derramaron alguna gente que les había quedado, y la tierra queda en
mucho sosiego".
Habia puesto plazo de tres meses para dar la sentencia arbitral, y mientras tanto hubo
de acudir a Castilla, recuérdese que las Comunidades mandadas por Juan de Padilla, habian obtenido el 21 de febrero de 1521 la victoria de
Torrelobatón, y con sus tropas reforzó el ejército real, con lo que dejó desguarnecida a Navarra y pudieron los franceses invadirla y conquistar
Pamplona, en cuya defensa cayó herido Iñigo de Loyola a 21 de mayo del mismo ano.
Pero, en medio de negocios tan importantes, dio el Duque de Nájera el laudo o
sentencia arbitral sobre los acontecimientos pasados, en Pamplona 12 de abril de 1521, al cumplirse el plazo de tres meses convenido por las Juntas
de Hernani y San Sebastián.
Comienza la sentencia con una introducción narrativa que hace la história de las
partes compromitentes, que son de un lado la Junta y procuradores de los escuderos hijosdalgo de las villas de San Sebastián, Vergara y demás
asociadas a su opinión, y de otro lado la Junta de los escuderos hijosdalgo de las otras villas y lugares, al tiempo del compromiso estantes en la
villa de Hernani; y cómo ambas partes de común consentimiento le eligieron al Duque de Nájera por "juez, árbitro arbitrador, avenidor y amigable
componedor, sobre las razones, cuestiones, diferencias, demandas e libelos, excepciones e informaciones..."
Como el compromiso fue en el mes de enero (1521), el plazo de los tres meses estaba
llegando a su fin o ya se había cumplido, por lo que el Duque dice proceder "en virtud de la prorrogación que yo fice por la facultad a mí dada por
los dichos compromisos y compromitentes". Por tanto, habido su acuerdo y deliberación, "poniendo a Dios nuestro señor delante de mis ojos, de quien
todo bueno y recto juicio procede", va a escoger no el rigor de los procesos, sino usar de equidad, queriendo poner paz y concordia y buena amistad
y hermandad entre las dichas partes, porque dello redundaria servicio de Dios y de la Reina y Emperador y Rey nuestros señores, y bien y pro común
inestimable a la dicha provincia y moradores della.
Sigue la parte ejecutiva de la sentencia o laudo arbitral, en que reconociendo la
importancia que en los disturbios ha tenido la admisión del licenciado Acuña como corregidor, y la diversidad de votos y pareceres que hubo en la
aceptación, dice que de ahi procedieron los enojos y malas voluntades, mandamientos, ejecuciones y procedimientos que los unos hicieron contra los
otros y los otros contra los otros. Por tanto manda en la sentencia "laudando y arbitrando", que cada una de las dichas partes compromitentes hayan
de quitar y quiten todos y cualquier enojos, rencilla, y malas voluntades que entre si hayan tenido y tienen los unos contra los otros, y que de
aqui adelante hayan de ser y sean buenos y fieles y verdaderos amigos, y entre sí guarden fidelidadd y buena hermandad y amistad; y tengan en paz
las Juntas que se acostumbran celebrar por mandado de Sus Majestades o de sus lugartenientes, y en los tiempos debidos y usados.
Encuanto al licenciado Cirstóbal Vázquez de Acuña y la sentencia y demás
procedimientos contra la Junta de Hernani: "Falla haber sido la sentencia nula y de ningún efecto, por no guardase en ella la forma y orden
judicial según las leyes y ordenanzas reales de los reinos de Castilla; y por tales los declara, sentencia y procedimientos mandando que los dichos
autos, edictos, sentencias, mandamientos y declaraciones sean habidos por nulos, casos y de ningún valor ni efecto, ni sean puestos en ejecución
ahora ni en tiempo alguno, antes se rasguen o quemen, de manera que no parezcan en tiempo alguno".
Lo mismo dice de las condenaciones de la Junta de Hernani contra los de San Sebastián,
aunque especificando algo más: Los procedimientos, autos, declaraciones, edictos, mandamientos, sentencias y ejecuciones de la Junta de Hernani
contra los procuradores de los escuderos e hijosdalgo, alcaldes, sacramenteros y otros cualesquier oficiales y particulares de las dichas villas de
San Sebastián y de las otras sus consortes y adheridas "condenando a muerte corporal y a quema de casas y caserias y talas de manzanales, viñas,
parrales y otras arboledas, y otras penas...; las dichas sentencias y procedimientos fueron y son nulos y de ningún valor y efecto e injustamente
pronunciados. Por tanto, declarándolos por tales, casa, anula y revoca todos los dichos autos y procedimientos, y laudando y arbitrando, manda que
no tengan fuerza ni vigor, ni hayan efecto ni ejecución ahora ni en tempo alguno, so las penas en los dichos compromisos contenidas, mas antes sean
rasgados o quemados, de manera que no parezcan en tiempo alguno". Y completa la sentencia diciendo que de las diferencias pasadas no puedan, so las
dichas penas, proceder los unos contra los otros, ni los otros contra los otros, en forma de juicio ni fuera de él de otra manera, directa ni
indirectamente.
Juan López de Anchieta, pues, y los demás condenados a muerte por la sentencia del
corregidor Acuña, quedaron libres y exentos de la pena. Pasa después la sentencia a cuestiones económicas y daños y perjuicios ocasionados. Ambas
partes, dice, la de San Sebastián y la de Hernani, han hecho muchos y grandes costos en juntar gentes y pagar sueldos de ellas, y en hacer Juntas y
otras cosas acerca de las dichas diferencias: la sentencia manda que "cada una de las partes se pare a los costos que si tiene hechos", y si algunos
están por repartir, que no se pueda hacer repartimiento de ellos generalmente, sino que cada una de las partes en los lugares sus adherentes se
paren a los suyos.
Mas peliagudo se presentaba el caso de los daños ocasionados por los de la Junta de
Hernani en la quema o asolamiento de casas y talas de arboledas, porque la Junta de San Sebastián otorgó poderes al Juez arbitral para los
ocasionados por ella, pero la Junta de Hernani no consta haberlos dado suficientes para los que le pertencian con respecto a los damnificados
particulares, ni tampoco había comprometido nada de las mujeres de los damnificados en cuanto a bienes dotales ni mejoras ni acrecentamientos.
Viéndose, pues, o creyéndose el Duque sin los poderes suficientes "y por
otros respectos" que a ello le movieron, se inhibe en la sentencia de dar ninguna declaración arbitral en este punto, y remite a las partes para la
declaración y determinación de los dichos daños a la justicia ordinaria del Emperador, ante la cual debían las partes comparecer en el término de
tres meses. Al final dice la sentencia que, de las dudas que pudieran resultar, se reserva el Duque a si la resolución por tiempo cumplido de um año,
y que además ambas partes debían aceptar y darse por contentas de la sentencia dentro de diez dias, guardar perpetuo silencio y pagar al doctor
Goyri cada veinticinco ducados por su trabajo en ella [12].
Y tiempo es ya de que vengamos à la intervención que el caballero Iñigo de Loyola,
después San Ignacio, tuvo en todos estos sucesos y pacificación de Guipuzcoa, cosa ya conocida de los especialistas de la vida del Santo; pero antes
de citar y comentar los textos correspondientes de los padres Polanco y Nadal, conviene recordar algunos antecedentes.
San Ignacio había pasado la mayor parte de sus años mozos en Arévalo como paje del
noble caballero Juan Velásquez de Cuéllar, antes mencionado, contador mayor de los Reyes. Son once años, de 1507 a 1517, y de los dieciséis a los
veintisiete de edad, en los que siguiendo la corte a la sombra de su protector, se había embebido en los nobles ideales caballerescos de lealtad y
servicio al Rey como señor natural. El dicho año 1517, muerto Velásquez, su viuda doña Maria de Guevara, emparentada con los Loyola, dio al joven
caballero quinientos ducados y dos caballos, y con ellos se fue a Pamplona y entró al servicio del Dique de Nájera, también deudo de los Loyola.
Sus ideales en seguimiento de la milicia terrena parecen reflejarse en la estampa que
trazó, ya convertido, en el libro de los Ejercicios espirituales, sobre el servicio del Rey temporal y el horror a "ser vituperado por todo el mundo
y ser tenido por perverso caballero". ¿No pasaria por su mente al escribir estas palavras la imagen del Conde de Salvatierra, traidor a su Rey?
Seria curioso conocer el pensamiento íntimo de Iñigo de Loyola, cuando sobrevino la
triste sublevación casi general de las Comunidades de Castilla, por una parte tan populares y en apariencia justificadas por el desgobierno y
rapacidad de los ministros flamencos, pero que en fin entrañaba desacato y rebeldia contra el Rey. Tres indicios quedan de la parte a que se inclinó
el joven caballero: haber tomado parte en el asalto de Nájera cuando el 14 de septiembre de 1520 se rebeló con apellido de comunidad contra el
Duque, y éste hubo de entrarla por fuerza de armas. El hecho lo sabemos por Polanco, quien dice que Iñigo asistió al combate como gentilhombre del
Duque, y en el saqueo que se seguió no quiso tomar parte por parecerle cosa de menos valer.
Viene después haber sido herido en Pamplona, 21 de mayo de 1521, por el ejército
francés que invadió Navarra en connivencia de las Comunidades y para favorecerlas; y finalmente los devaneos que él mismo refiere le pasaban por la
mente durante la convalecencia en Loyola, sobre los servicios y hechos de armas que había de hacer a su dama que era "no condesa ni duquesa, mas era
su estado más alto que ninguno destos", indudablemente la infanta doña Catalina, nacida em 14 de enero de 1507, que por entonces andaba bien entrada
en los quince años y estaba hecha una mujer de mucha hermosura y discreción.
Al tomar los comuneros Tordesillas (septiembre de 1520) habían cautivado a la reina
doña Juana y a la infanta su hija que con ella vivia, y puede creerse que le ardería el corazón a Loyola buscando "los medios que tomaría para poder
ir a la tierra donde ella estaba", y libertarla de manos de traidores. Pero por otra parte amaba a sus conterráneos de Guipuzcoa y conocia su fuerte
temperamento, tenia amistad y parentesco con muchos de elllos repartidos en ambos bandos, y aunque lamentase en su interior los males y
desconciertos acaecidos, deseaba se arreglase todo en servicio del Rey y con el menor daño possible de sus paisanos y parientes.
Los textos fundamentales son del P. Juan Alfonso de Polanco, secretario de
San Ignacio y uno de los mejores conocedores del Santo y de los origenes de la Compañia de Jesús. Dice, pues, en el Sumario castellano de 1548: "También
dio muestras (Iñigo) en muchas cosas de ser ingenioso y prudente, especialmente en acordar diferencias o discordias. Y una vez se señaló
notablemente en esto, siendo enviado por el Visorrey de Navarra a procurar de apaciguar la provincia de Guipuzcoa, que estaba muy discorde. Y tubo
tanto buen modo de proceder que con mucha satisfacción de todas partes los dejó concordes". Nadie duda hoy que la gestión de Iñigo se refiere a los
disturbios de las Comunidades, y ya trata de ello el P. Leturia [13], porque
no hubo otra ocasión grave desde que Iñigo entró al servicio del Duque de Nájera como gentilhombre de su casa, y el mismo Duque en carta al
Emperador antes citada, le dice, Hernani, 21 de enero de 1521, que para atajar las alteraciones y diferencias envió personas de su casa.
Claro que esta pluralidad de enviados podría entenderse en el sentido de que repartia
entre varios los méritos de la delicada negociación, si es que no se considera como simple modo de decir, aunque fuese uno solo el enviado, o si
varios, para diversos menesteres. Porque el testimonio de Polanco es categórico, de que fue Iñigo el que con su modo de proceder dejó a los bandos
concordes y con mucha satisfacción. Era, además, natural que el Duque pusiese em él su confianza por el parentesco y el entronque del emisario con
personas y cosas guipuzcoanas.
¿Llegó Iñigo de Loyola a conocer y entrevistarse en Hernani con Juan López de
Anchieta? Era éste de los principales entre los rebeldes, y por tal incluido por el corregidor Acuña en la primera categoria de los condenados a
muerte; se llebavan él y Iñigo ocho o nueve años de diferencia y tenían parentesco. ¿No se aprovecharia de él para afearle su conducta de joven
alocado, que se había metido em malos pasos codo con codo de los traidores, y de que era empresa vana querer resistir a todo el poder de Navarra y
el del Emperador que estaba detrás? Mejor le estaba olvidar lo pasado y buscar una salida decorosa para el porvenir, cual la que ofrecía la
mediación del Duque.
Otro testimonio independiente del P. Jerónimo Nadal nos certifica que por esos meses
anduvo Iñigo en Guipuzcoa, y que al ser atacada Pamplona por los franceses fue llamado urgentemente del Duque de Nájera, y acudió alli con su
hermano mayor, don Martín señor de Loyola, y un fuerte grupo de tropas auxiliares: "De Cantabria, dice Nadal, vinieron a toda prisa tropas
auxiliares, entre las que se contaba Ignacio y su hermano que habia sido nombrado jefe de dichas tropas". Es lógico pensar que la estancia de Iñigo
en Guipuzcoa, dadas las circunstancias y amenazas de guerra, fuese el servicio del Duque para algún negocio importante, cual podía ser la
pacificación de los bandos. La orden del Duque a Iñigo era de ponerse a la obediencia de don Francés de Beaumont y que procurase traer refuerzos de
Guipuzcoa; las tropas auxiliares se componíam no exclusivamente de servidores de la casa de Loyola, sino de milicias de la provincia, y de capitán
iba don Martín. La llegada a Pamplona fue entre el 17 y 19 de mayo de 1521, antes que el ejército francés entrase en la ciudad.
Podemos, pues, hacernos la ilusión fundada de que la sentencia o laudo arbitral
firmada por el Duque de Nájera en Pamplona, aunque redactada verosimilmente por el escribano Goyri y retocada con indicaciones del Duque, reproduce
fielmente el pensamiento de Iñigo de Loyola, y aun tal vez las mismas expresiones, porque algunas de ellas parecen enmparentadas con otras del Libro
de los Ejercicios, v. gr., "Habido mi acuerdo y deliberación, poniendo a nuestro Señor delante de mis ojos, de quien todo bueno y recto juicio
procede"; y más abajo: "dello redunda principalmente servicio a Dios nuestro señor y a la Reina y emperador don Carlos su hijo, nuestros reyes y
señores". ¿Podrá tomarse el laudo del Duque de Nájera como el primer documento ignaciano conocido, o que al menos refleje fielmente su pensamiento?
c) Juan López de Anchieta
Después de la toma de Torrelobatón por el jefe de los comuneros, Juan de Padilla, la
Guerra de las Comunidades se acercaba a su fin, y por los mismos dias que el Duque de Nájera pronunciaba en Pamplona la sentencia arbitral sobre las
Juntas de Hernani e San Sebastián, sobrevino la importante batalla del Puente de Durana cerca de Vitoria, primera ganada por el ejército real contra
las Comunidades, que tuvo como fruto que "todo lo de Burgo hasta la mar fue puesto y reducido al servicio de Su Majestad, y esto fue principio que
todas las cosas sucedieran bien".
El Conde de Salvatierra, privado como traidor de su señorio e incorporado éste a la
corona, levantó fuerte ejército y puso cerco a su villa de Salvatierra; pero Diego Martínez de Alava, diputado general de la provincia y ciudad de
Vitoria, se la defendió muy bien y no pudo tomarla, por lo que desmayó y se retiró para sus tierras de Ayala.
Pasando, pues, cerca de Vitoria, las tropas alavesas mandadas por Martin Ruiz de
Gamboa, con los socorros que trajo de Navarra el 12 de abril de 1521 don Juan Manrique de Lara, hijo primogénito del Duque de Nájera, le alcanzaron
a una legua de la ciudad en el puente de Durana, entre Gamarra y Retana, y le infligieron una fuerte derrota. Uno de los principales jefes comuneros
llamado Gonzalo de Barahona, cayó prisionero y al dia siguiente fue degollado en la plazuela de la Leña de Vitoria; las casas del Conde de
Salvatierra en la ciudad situadas en el Alto del Campillo, fueron cerradas y picadas sus armas; el Conde logró huir acompañado solo por un paje,
dejando seiscientos prisioneros.
Según informacioón de la villa de Salvatierra, la incorporación a la corona se había
hecho el 15 de marzo de 1521, y después lunes 15 de abril el Conde con mucha gente de a pie y a caballo, que fueron en número de cinco mil hombres,
vino sobre la villa y la cercó y combatió de noche, y aunque los que estaban dentro eran pocos, le resistieron de tal manera que en fin de siete
dias que la tuvo cercada con sus noches, sobre haber recibido mucho daño en su gente de muertos y heridos, levantó el cerco vista la animosidad y
esfuerzo con que se defendían, y pasando a tierras de Ayala que a la razón eran suyas, cerca de la ciudad de Vitoria fue del todo desbaratado.
La triste jornada de Villalar aconteció por los mismos dias a 23 de abril de 1521. En
ella los comuneros, faltos de buenos jefes y completamente desmoralizados, huyeron o se entregaron casi si combatir. La peligrosa Guerra de las
Comunidades había terminado, y la tranquilidad fue poco a poco volviendo a las ciudades castellanas. En Guipuzcoa también se afianzó la paz, perdida
toda esperanza y rotas las conexiones con la disuelta Junta de Tordesillas. El 23 de mayo de 1521 fue nombrado corregidor el licenciado Pedro
Sarmiento, alcalde de casa y corte, que fue admitido sin dificultad; y en la guerra que se siguió para expulsar a los franceses de Navarra,
contribuyó Guipuzcoa en el mes de junio con dos mil "guipuces", al mismo tiempo que el condado de Viscaya reunia 2.500 hombres.
A raiz de terminarse la guerra es natural que a la victoria siguiesen
castigos y actos de represión: algunos de los altos jefes fueron condenados a muerte e ejecutados, como Padilla, Bravo y Maldonado; pero en general
prevaleció el criterio de cierta indulgencia. El Conde de Luna lo aconsejaba al cardenal Adriano en carta de León, 3 de mayo de 1521, diciéndole que
debía "remediar el reino no destruillo, como hacían los deservidores de Su Majestad". Sin embargo el emperador don Carlos no se mostró demasiado
transigente, y pueden verse en Simancas diversas listas de exceptuados del perdón, y Lafuente pone una de casi trescientos. Hasta el bueno de fray
Julián Garcés, primer obispo de tierra mejicana, primero en un hipotético obispado Carolino, y que después lo fue efectivo de Tlascala, se dice que
Carlos V tuvo dificultad en la presentación, porque le dijeron que habia deservido a Su Majestad en tiempo de Comunidades
[14]. Por este motivo se sabe que muchos comuneros pasaron a América huyendo de posibles represalias, y
yo mismo he encontrado varios, hojeando histórias y papeles del Perú.
Y pasemos finalmente al fin y coronación de mi investigación en Simancas, que es la
persona de Juan de Anchieta, que pasó a Canarias y en Tenerife casó con doña Mencia de Clavijo y Llarena, de cuyo matrimonio nació el P. José de
Anchieta. En dicho archivo de Simancas, además de los dos Anchietas antes referidos que estaban implicados en el bando rebelde de Guipuzcoa, he
encontrado en el Registro del Sello un Juan de Anchieta, escribano, que al principio me llamó la atención por la proximidad cronológica.
Se trata del título de escribano expedido por el Rey Carlos I en Santiago
de Compostela a 4 de abril de 1520 antes de embarcarse para Flandes y dice así: "Don Carlos, por la gracia de Dios, etc. Por hacer bien y
merced a vos Juan de Anchieta, vecino de la villa de Medina del Campo; acatando vuestra suficiencia e habilidad, e los servicios que nos habéis
hecho e esperamos que nos habéis de hacer adelante: Tenemos por bien y es nuestra merced e voluntad, que ahora e de aquí adelante para en todos los
dias de vuestra vida, seades nuestro escribano e notario público en la nuestra corte e ciudades de los nuestros reinos e señorios..."
[15].
Pero después de pensarlo bien, no he dudado en descartar a este Juan de Anchieta por
dos razones: la primera la vecinidad en Medina del Campo, porque en la época habia varias ramas e Anchietas no guipuzcoanos, y no consta del
entronque con Urrestilla atestiguado claramente por los fondos de Ossuna y Baltasar de Anchieta; segunda porque poseyendo título de escribano desde
1520 y radicando en Tenerife desde 1522, no ejerce el oficio hasta 1538 en que ganó la escribania y la ocupó hasta 1548, dos años antes de su muerte.
Desechado este Juan de Anchieta escribano, compulsemos los datos que puedan dar luz
sobre el otro Juan López de Anchieta de las Comunidades. Y ante todo téngase presente que la diferencia de nombre entre el Juan de Anchieta de
Canarias y el Juan López de Anchieta de la sentencia del corrigidor Acuña, no ofrece dificuldad para quien esté algo versado en papeles de la época;
porque es bien sabido que el nombre vasconado se componia entonces de tres elementos, el primero de un Santo, Juan, Pedro, Andrés, el segundo
patronímico, Pérez, López, era familiar; y el tercero toponimico, Anchieta, Loyola, expresaba el caserío o lugar donde radicaba el linaje. El uso
del nombre completo no era constante, y así vemos que San Ignacio cuyo nombre entero era Iñigo López Loyola, se llamaba ordinariamente Iñigo de
Loyola, y en algún asiento notarial conservado en Oñate, donde figura como testigo cuando em 1535 volvió de Paris a Azpeitia, se llama "maestro
Iñigo López", omitiendo el Loyola.
Juan de Anchieta y Juan López de Anchieta son, por tanto, en el uso vasco de la época,
un mismo nombre. En los papeles de Simancas figura también una Información enviada al Emperador por medio de Domingo López de Hernialde, 2 de mayo
de 1521, contra la Junta de Hernani, donde se dice que los presidentes de dicha Junta fueron el licenciado Aguinaga, el bachiller Juan López y el
bachiller Olano; y dicho bachiller Juan López se le llama poco después con el nombre entero de "señor bachiller Juan López de Elduayen, alcalde de
la villa de Hernani".
El hecho ya antes por mí subrayado de que en la sentencia del corregidor Acuña
aparezca Juan López de Anchieta en la primera categoria de condenados a muerte afrentosa, arrastrado en un serón y hecho cuartos, indica que era
rebelde de importancia, y el no ir el nombre acompañado de título honorifico o de oficio, como de bachiller, licenciado o alcalde, como en los otros
reos, más aún que ni si quiera se añada el nombre la vencinidad, puede tomarse como indicio de que se tratase de un joven exaltado, por casar aún,
de los que irían los primeros en los choques armados entre Hernani o San Sabastián, o en las quemas de casas y talas de arboledas de los contrarios
leales al Rey; los 21 o 22 años que tenía entonces el Juan de Anchieta canario, casan bien con la imagen dque proporciona la sentencia de Acuña.
Por otra parte la cédula de la reina-emperatriz, doña Isabel de Portugal, Valladolid
24 de noviembre de 1536, antes mencionada, proporciona otro indicio, que es el deudo del pretendiente Juan de Anchieta con criados y servidores
reales: dato este significativo en mi opinión, primero que Anchieta no tuviesse aún en 1536, después de 14 años de residencia en la isla y cinco de
matrimonio, vecindad en Tenerife. ¿Porqué no la tenía y porqué le fue conveniente alegar título de recomendación en la corte para que le diesen
vecindad en la isla, cosa que se daba a todos los forasteros establecidos y casados en ella? ¿A qué la molestia de hacer un viaje a la corte y tener
que buscar motivos e influjo para una cosa a que tenía derecho? Alguna inquietud y temor parece que entenebrecía cual sombra la mente de Anchieta, y
bien pudo ser el recuerdo de sus andanzas juveniles durante las Comunidades.
Cierto que habían pasado ya quince años bien corridos, desde la sentencia del
corregidor Acuña, ¿quién se acordaba de ella?; pero ¿no podría haber en las covachuelas de la corte algún conocido de Anchieta, testigo de sus malos
pasos de juventud? No estaba, pues de más pertrecharse de buenas recomendaciones. No es fácil determinar quiénes pudiesen ser esos deudos de
Anchieta, criados y servidores de la casa real; antes he indicado que tal vez pudo asirse de los parentescos más o menos próximos entre Loyolas y
Anchietas y Loyolas con Marnriques y Guevaras, para alegarlos en su pretensión, que como sabemos tuvo buen éxito.
Y dejados indicios aparte, el hecho en sí de la coincidencia cronológica ¡hace tan
verosímil la identificación del Juan López de Anchieta de las comunidades con el Juan de Anchieta canario! Porque la batalla del Puente de Durana y
la triste jornada definitiva de Villalar sucedieron en el mes de abril de 1521, y tal vez sólo pocos meses después, "por el año de 1522" que dice
Baltasar de Anchieta, aparece un Juan de Anchieta en Tenerife.
Cierto que la condenación a muerte con agravantes de la sentencia de Acuña quedaba
anulada por el laudo arbitral del Duque de Nájera; pero todas las fantasías juveniles de reinvidicaciones populares debieron venierse a tierra en la
mente de Juan López de Anchieta con la ruína lamentable de las Comunidades. Por otra parte no las tendría todas consigo si había, por ejemplo,
tomado parte en el secuestro de la artillería real que de Fuenterrabia pasaba a Burgos, o en las talas o guemas de los que llevaban la voz del Rey,
ahora triunfantes.
¿No podria cualquier particular ofendido o perjudicado tomarse la justicia por su
mano? Y la misma justicia pública ¿no hallaría tal vez modo de buscar represalias directamente o por medio de procesos? El Emperador don Carlos no
se mostraba nada fácil en perdonar a los culpados. Na tiene, pues de particular que, como otros muchos comuneros, el Conde de Salvatierra, o la
viuda de Padilla huida a Portugal, y no pocos escapados a Indias, preferiese poner tierra o agua por medio, y un dia se embarcase para las islas
Canarias en plan de vivir oculto y pasar inadvertido, aprovechando el refugio de paisanos o conocidos que por alli tenía. Antes hemos hablado de
varios vascongados, Alzola, Azoca, y hubo otros más, establecidos en Tenerife.
No vacilo, pues, en proponer la hipótesis que identifica al Juan de Anchieta cabeza e
la rama de linaje establecida el año 1522 en la isla de Tenerife, con el Juan López de Anchieta, comunero condenado a muerte y después perdonado,
que huyó a ocultarse, mar de por medio. Es suposición sencilla y verosímil, cuya probabilidad acabo de exponer, y que no violenta datos históricos
ciertos. Que el lector juzgue por si mesmo y se forme su personal opinión.
Notas:
[1] Agustín Millares Carlo,
Más Datos sobre el Apóstol del Brasil, publicado en Estudios dedicados a Menéndez Pidal, I, Madrid 1950, 494.
Alejandro Cionarescu, La Familia Anchieta en Tenerife, publicado en Revista
de História Canaria, num. 129-130, La Laguna de Tenerife 1960, también en separata, pag. 18-19.
[2] Como en la nota 6, pag.
366. - F. Mateos, Mas sobre Ascendencia del P. Anchieta, en Razón y Fe, vol. 166, Madrid 1962, 55.
[3] Como en la nota 11.
[4] Adolphe Coster, Juan
de Anchieta et la famille de Loyola, publicado en Revue Hispanique, vol. 29, Paris 1930, pag. 290.
[5]Razón y Fe (1957),
367.
[6]Coleção Afrânio
Peixoto: Cartas Jesuíticas III - Cartas, Informações, Fragmentos Históricos e Sermões do padre Joseph de Anchieta, S. J., (1554-1594), Rio de
Janeiro 1933, en 4º, 567 pag. la Vida de A. Machado en pag. 541 ss.
[7] S.López Herrera,
Ensayo biográfico del P. Anchieta..., publicado en Revista de Indias, Madrid 1954, 96, nota 7.
[8] A. Cioranescu, como en
la nota 9.
[9]Monumenta Historica
Societatis Iesu, Fontes Narrativi de S. Ignatio II, Roma 1951, 548.
[10] Baltasar de Anchieta,
Vida... pag. 25 - Archivo de Ossuna, legajo Anchieta, Informaciones de nobleza y limpieza de Sangre de José de Anchieta y
Alarcon, de 1956, f. 7 ss.
[11] Cioranescu, ob. cit.
pag. 17. Varias de estas noticias las recoge Leopoldo de la Rosa Oliveira, Catálogo del Archivo Municipal de La Laguna, publicado en
Revista de História Canaria, La Laguna (Tenerife) 1957, num. 117 ss.
[12] Las citas
correspondientes a los textos que preceden puede verlas el lector en mi estudio extenso publicado en Missionalia Hispanica.
[13] Pedro de Leturia, S.
I. El Gentilhombre Iñigo López de Loyola... Madrid, 1949, 116.
[14] F. Mateos, La
Iglesia Americana en tiempo de Carlos V, publicado en Missionalia Hispanica, XV, Madrid, 1958, 334.
[15]Archivo de Simancas
- Registro General del Sello, Abril de 1520: Título e escribano a favor de Juan de Anchieta, 4 de abril de 1520. |