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Santos, primer puerto del Brasil, ciudad de simpatía y encanto
Impresiones de una visita
Un viaje a Santos, desde la capital del estado
- San Paulo - constituye uno de los mayores recreos de la vista y del espírito.
El encanto de la sierra atrae, y hace enmudecer el vértigo de la altura
incommensurable. Ochocientos metros en un declive rapidísimo de apenas unos cinco kilómetros, por una carretera que serpentea entre el bosque virgen
y la barranca sinuosa, ocultando la verdura da profundidad immensa del peligroso camino erizado de despeñaderos peligrosísimos, evitados por la mano
del hombre que supo tender una enorme maroma, de acero al borde mismo del pricipicio.
Despues de los 90 kilómetros por hora de la incomparable carretera - salón hasta
el alto de la sierra, desde la cual se divisa la hondanada de Santos, que cual cuento de hadas se dibuja ante nuestra vista que contempla atónita
tanta belleza reunida en tan pequeño conjunto, comienza el descenso, parsimoniso y refrenado, zig-zagueando siempre hasta el fondo, en que aparece
nuevamente la llanada e imprime mayor velocidad en la recta del Cubatão, lugar histórico en que se venera la memoria de aquél gran fraile español -
Anchieta - que hasta aqui llegó en su humanitaria obra de civilizadora catequésis.
Estamos en Santos.
Si venís por la ví férrea, ciclópea creación de la moderna ingeniería, disminuye
el peligro pero no disminuye el encanto.
A lo lejos, divisais el bosque impenetrable, tal vez repleto de fieras y alimañas,
que la cinta roja de la carretera cortó; ruta trazada por el portentoso esfuerzo de los descubridores, que solo su temeridad y arrojo pudo trasponer
hasta lo alto de la meseta paulista, en donde construyó la grand ciudad corazón y pulso del Brasil, que hoy corre vertiginosamente hacia el
progresso y de incalculabre valor económico, industrial y agríccola; que el brazo del europeo, la beneficiosa inmigración del portugues, del
italiano y del español, que aquí vino a millares, roturó el campo y creó da industria.
Indubidablemente, los ingleses son los reyes del
ferro-carril, y esta enorme concepción de la ingenieria lo patentiza. El tren se desliza, presa la máquina a un cable sin fin, que gira en torno de
enormes ruedas impulsadas por la fuerza del vapor generado en quatro grandes fábricas, que en precisos puntos del camino fueron construidas. La
marcha es matemática tanto en el descenso como a la subida, graduada por una doble vía compulsora del peso del tren, que baja con el que sube.
Tu'neles y tu'neles, viaductos enormes, que debieron hacer costosísima esta línea, y costosa debe de ser su conservación. La Montaña, que en algunos
puntos hace inclinar el torso hacia atras sin que pueda lograrse ver la cu'spide envuelta en nubes y oculta por una densa niebla, se desfigura
repentinamente y nos muestra allá abajo, en el fondo de un tremendo desnivel, un pequeño valle horadado por la serpentina plateada de un rio,
depositario de las vertientes de la montaña, Y el tren baja y baja lentamente con calculado andar, siempre preso a la maroma de acero, hasta la
llanada, que aparece repentinamente, ornadas ambas márgenes de la vía por bosques interminables de plátanos, sistemáticamente plantados y que
constituyen la principal riqueza de Santos. Españoles son sus principales cultivadores, que los destinan para la exportación al Plata, por millares
de "cachos", que así llaman al racino o piña de plátanos.
Un comercio cresciente dia a dia; un puerto bullicioso, que sufre el fenómeno del
congestionamento. Innumeros vapores anclados en su enorme brazo de mar, esperan turno para ocupar la kilométrica margen del muelle.
El comercio se queja de la deficiencia del transporte, que dificulta su vida
agotando sus existencias. La unica via férrea es insuficiente para tanto tráfico y ya se piensa resolver el problema construyendo una otra salida al
mar, pues de otra manera se asfixiaria la enorme producción de la capital y de todo el estado, que abarca hasta el Paraná, que de Santos se sirve.
Un paseo por la ciudad.
Son calles rectilíneas, anchas, de ciudad moderna que es, interminables,
prolongándose hasta la playa, ya fuera del puerto.
La construcción es pobre. Predominan las casas de planta baja, como si hubiese
prisa en construirlas para cobijarse immediatamente, esperando en sus puestas llenas de muestras el paso del progrresso, que le diga a sus
abitantes: - no estais de acuerdo con mi vertiginosa marcha y os impondré los rascacielos.
Santos tenia, hace quince años, apenas veinte mil
habitantes, y hoy posee mas de doscientos mil!
Es el primer puerto de Brasil, y se justifica.
Su población flotante es incalculabre. Todos los grandes y pequeños trasatlánticos
que hacen la carrera al Plata, tocan aquí, lo mismo los cargueros y veleros, que en profusión llenan su ámplio y abrigado puerto. Las calles de
Santos y sus hermosos jardines se ven repletos de la figura mas exótica de la fauna humana, y claro es que todo este imenso movimiento, que hará de
Santos un emporio colosal, de incalculable grandiosidad, se refleja en su vida diaria, dándole movimiento y bullicio que el mismo San Paulo no
tiene.
Santos posee un aspecto típico, marcado caracter luso-brasileño, en todo, que
mucho se refleja tambien en el trato personal, de una amabilidade exquisita, ordenada y correcta.
El proprio estranjero, predominando el portugues y el español, son absorvidos por
esta característica de la ciudad, que no durará muchos años, pues el cosmopolitismo la invadirá y desvirtuará, por fuerza de la vida, hasta que
definitivamente vuelva a adquirir caracter proprio, nueva naturaleza, segun corresponde a esta raza en formación de los nuevos pueblos del nuevo
mundo.
Un automóvil de plaza - magnificos vehiculos de lujo, superiores a los de San
Paulo y Rio de Janeiro - nos conduce a la playa. Es grande la curiosidad que nos embarga al visitar este lugar ameno. Sabemos
que esa playa es única en el mundo, no solo por su immensa longitud, que se prolonga kilometros y kilómetros hasta perderse en los acantilados de la
costa, a mas de un dia de automóvil de la ciudad, ya en terras salvajes habitadas por el indio, que manso y pacífico ya se habituó a ver los rostros
pálidos.
Esta playa es verdadeiramente única. El auto corre sobre sus mojadas arenas, tan
arrimado al mar que las ondas vienen mansamente a besar las ruedas. Se imagina el viajero um paseo marítimo en un automóvil anfíbio. Las arenas de
la playa semejan una masa de cemento por su color y consistencia; apenas los neumaticos dejan un pequeno surco que immediatamente desaparece. Nos
cruzamos con toda clase de vehículos; automóviles, carros de transporte tirados por caballos, camiones de carga surcan la enorme estrada. Es
verdaderamente asombroso este don de la naturaleza, que tine la particularidad, que cuanto mas mojada esté la arena mas resistencia ofrece, y lo
contrario estando seca, que se desgrada y hunde.
La municipalidad, aún poseyendo esta utilísima vía por la cual nada ha dispendido,
construyó una magnifica avenida asfaltada, que se desliza por todo el primer trecho de la playa, marginada por la línea del tranvia, y que separa la
playa de la parte urbanizada que da cara al mar, salpicada de magníficos chalets y suntuosas residencias.
En este lugar, nos encontramos al mismo tiempo, entre la civilización y el bosque
virgen. Figuraos el encanto que esto tiene.
Los hoteles de Santos son magníficos, esplendidos, como pueden serlo los de las
playas de moda europeas. Palacetes destinados a este fin, grandes edificios, algún palacio que impone y deslumbra.
La noche es apacible, magnífica. Noches de eterna primavera son las de Santos. Por
todas partes luz, y la luna, allá en lo alto, como avergonzada de su imponencia, de no poder competir con el exceso de los arcos voltaicos, que el
hombre en su materialismo creó, robandole al astro bienhechor de la noche toda su poesía.
La noche convida al holgorio. Disponemos de algunas horas par el descanso y las
vamos a dedicar al recreo. Desde que salimos de San Paulo la obsesión de un nombre nos persigue: Miramar. Que será ésto? Recordamos la trágica
mansión del Mediterráneo, que aún alberga a la esposa loca del desgraciado Maximiliano de Austria, el último emperador de Mexico. Miramar! nombre
todo poesía y tragedia, que la historia inmortaliza...
Este Miramar es la antítesis del otro. Su equivalencia solo consiste en que los
dos miran almar. A un mar mira este tambien, si no tan azul como el europeo, no menos bello y sorpreendente.
Las noches de San Sebastián, Ostende y Biarritz, trasplantadas a un pedazo de
América, casi ignorado por el gran mundo: esto es el Miramar de Santos. Palacio de las ilusiones pudiera llamarse. Es de reciente contrucción, y en
sus lujosas instalaciones predomina la magnificencia y el buen gusto. Sorprende al visitante el increible explendor, que no imaginó encontrar aquí.
Fantásticos juegos de luces, que dan al salón de baile y restaurant un aspecto magnífico y maravilloso. Servicio irreprochable. Mujeres elegantes,
desde el matiz rubio de ojos transparentes al trágico moreno de aterciopelado miramar. Um ambiente cosmopolita y atrayentemente familiar.
Miramar es el complemento del encanto irresistible de la sierra, nunca imaginado
en una ciudad tan pequeña de habitantes, y su puerto, esa enorme puerta por la que entran verdaderas multitudes de gente, lo justifica. Sin este
mágico Miramar, como el elegante Casino Teatro Parque, como otros muchos que le siguen, Santos perdería mucho de su valor; tienen que existir estos
edenes, perennemente abiertos, para que el viajero lleve la mejor de las impresiones, se fomente el turismo, y que de este flujo y reflujo del mar,
que de en Santos el mayor provecho posible y sea en lo lejano dia rival de Mar del Plata, vaciándose aquí los ocios de toda esta parte del
continente, y sea la mejor y mas magnífica estación de invierno de la America del Sur, reposo de millionarios y motor que impulse las grandes
transacciones comerciales. Eso es Miramar.
Faltan pocos momentos para que parta el vapor que conduce a mi acompañante el
Cónsul de España en Bahia. Camino del puerto, no oculta el ilustre visitante su admiración por todo lo que ha visto, y un español
aqui establecido, el sr. Florez, proprietario de "La Leonesa", acreditada y famosa casa española especializada en la conserva de plátanos, creadora
de un producto superiormente digestivo y agradable al "marrón-glacé", la "banana-marrón-glacé", de gran aceptación en el Plata, oye lo que el sr.
Sevillano dice: - admiro la potencia productora y financiera de los españoles de Santos, cuyo encauzamiento se impone sobre
bases sólidas y sanos principios, para mayor provecho del acercamiento hispano-brasileño, y llevo de mi breve estancia la mejor de las impresiones.
Santos es el primer puerto comercial de Brasil.
Son en verdad muchos los puntos de contacto entre los españoles y la ciudad de
Santos, tan poderosos y nobles, que aún en su defecto, existen dos que resplandecerán eternamente en la gran Patria
brasileña: Anchieta y Bartolomé de Guzmán...
Santos, 8-3-25
P. Nuñez ARCA
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